La épica ascensión de Diego de Ordás al volcán Popocatepetl
En Octubre de 1519, pocos días después del primer enfrentamiento con indígenas de tierras mexicanas, el capitán zamorano Diego de Ordás asciende el volcán Popocatepetl de 5.246 metros de altura. Los motivos de tal ascensión no aparecen claros debido a las grandes diferencias entre los cronistas, pero el hecho causó gran asombro entre los indígenas y Ordás logró regresar con vida y unos trozos de hielo.
Fotograma de la película "Epitafio" |
Casi nada se sabe de la vida de Ordás hasta que a principios del siglo XVI aparece en la isla de Cuba como mayordomo (administrador económico) del gobernador Velázquez. Fue precisamente en ese tiempo cuando se preparó en Cuba la expedición de Hernán Cortés a México, y tanto Ordás como Velázquez de León – sobrino del gobernador – se vieron en la disyuntiva de seguir a Cortés en su precipitada partida o mantenerse fieles al gobernador y quedarse en tierra. Eligieron lo primero, pero su clara adscripción a Velázquez provocó al principio de la expedición los recelos de Cortés, al punto que ambos llegaron a permanecer durante un tiempo recluidos y encadenados en la bodega de una de las naves. Sin embargo, ambos acabarían participando de forma determinante en la expedición con el grado de capitanes y gozando, al menos aparentemente, de la confianza de Cortés.
Y tanto fue así que cuando los españoles se encaminaron hacia Tenochtitlan y observaron el humeante volcán Popocatepetl, Diego de Ordás sería uno de los hombres que ascendería el mismo, pero en este punto es donde debemos preguntarnos el por qué de tal ascensión y la forma en que se produjo.
LOS MOTIVOS
Existe una seria divergencia entre los cronistas sobre los motivos que condujeron a tan atípica ascensión. Gómara y Bernal no se ponen de acuerdo y Cortés no aclara la cuestión. La leyenda alimentada por algunos autores de que la razón fue ir a buscar azufre para hacer pólvora, al ser éste el mineral que junto con el salitre y el carbón la componen, tampoco ayuda a dar mayor claridad.
Pero siendo ésta una cuestión importante conviene analizar, siquiera brevemente, las exposiciones de los mencionados cronistas para así elaborar una teoría que al menos nos acerque un poco a la verdad.
Veamos pues: Gómara – el más erudito pero el menos fiable de los tres – afirma que al monte que llaman Popocatepetl y que está a ocho leguas de Chololla, Cortés Cortés envió allá diez españoles, con muchos vecinos que los guiasen y llevasen de comer, pero nada dice de la razón por la que Cortés ordenó tal expedición.
Cortés en su segunda carta de la Relación es bastante más explícito:
"Que a ocho lleguas de esa ciudad de Churultecal están dos sierras muy altas y muy maravillosas, porque en fin de agosto tienen tanta nieve que otra cosa de lo alto de ellas sino la nieve, se parece. Y de la una que es la más alta sale muchas veces, así de día como de noche, tan grande bulto de humo como una gran casa y sube encima de la sierra hasta las nubes, tan derecho como una vira, que, según parece, es tanta la fuerza con la que sale que aunque arriba en la sierra andaba siempre muy recio viento, no lo pudo torcer. Y porque yo siempre he deseado de todas las cosas de esta tierra poder hacer a vuestra alteza muy particular relación, quise de ésta, que me pareció algo maravillosa, saber el secreto, y envié diez de mis compañeros, tales cuales para semejante negocio eran necesarios y con algunos naturales de la tierra que los guiasen y les encomendé mucho procurasen de subir y saber el secreto de aquel humo y trajeron mucha nieve y carámbanos para que los viésemos."
Bernal, por su parte, expone una versión que nada tiene que ver con las anteriores:
"... y es que el volcán que está cabe Guaxocingo echaba en aquella sazón que estábamos en Tlascala mucho fuego, más que otras veces solía echar; de lo cual nuestro capitán Cortés y todos nosotros, como no habíamos visto tal, nos admiramos dello; y un capitán de los nuestros, que se decía Diego de Ordás, tomóle codicia de ir a ver qué cosa era, y demandó licencia a nuestro general para subir en él, la cual licencia le dio y aún de hecho se lo mandó; y llevó consigo dos de nuestros soldados y ciertos indios principales de Guaxocingo."
Por lo tanto, de lo expuesto por Gómara y Cortés se puede inferir que Cortés fue quien tuvo la idea de la ascensión y que ordenó a diez españoles que la hicieran simplemente para observar el fenómeno y poder así contárselo al emperador. Sin embargo, según Bernal, fue Ordás quien tomó la iniciativa y solo tras pedir permiso a Cortés, éste la ordenó.
Ninguna de las dos versiones parece demasiado consistente, aunque una mezcla de ambas con otros detalles coyunturales podrían acercarnos a la verdad. Por un lado estaba el hecho de que Ordás quisiera alcanzar la plena confianza de Cortés tomando la iniciativa y por otro que pocos días antes habían tenido lugar graves enfrentamientos con los indígenas que habían dejado al descubierto algunas de las debilidades de los españoles (los indios habían matado algún caballo) y por ello subir a un volcán temido por los indígenas y cuya cima más que posiblemente no había sido pisada por ninguno de ellos, era una clara demostración de fuerza o manifestación de superioridad con la finalidad de amedrentar a un enemigo con la moral en alza.
En cualquier caso parece una explicación más razonable que la fábula elaborada por Cortés en su carta al emperador, aunque también pudiera haber sido el motivo de ascensión la búsqueda de azufre porque el propio Cortés en su cuarta carta de la Relación afirma lo siguiente:
"Y para el azufre, ya a vuestra majestad he hecho mención de una sierra que está en esta provincia, que sale mucho humo; y de allí, entrando un español setenta u ochenta brazas, atado a la boca abajo, se ha sacado con que hasta ahora nos habemos sostenido."
No obstante esta última posibilidad parece la menos probable pues resulta ciertamente extraño que ninguno de los cronistas hiciera mención a la misma y que incluso Cortés – en su segunda carta – al referirse a la ascensión, no mencionase en momento alguno el azufre y en cambio señalase que los expedicionarios “trajeron mucha nieve y carámbanos para que los viésemos”. Además la citas de la cuarta carta ya mencionada puede perfectamente hacer referencia a un episodio diferente pero no menos asombroso: el momento en que, con ocasión del asedio a Tenochtitlan y ante la escasez de pólvora, Francisco de Montano, natural de Ciudad Real, se ofreció voluntario para emular la ascensión de Ordás y subir al Popocatepétl para acarrear azufre. Acompañado de dos soldados llamados Larios y Mesa y varios indios, no sólo logró llegar a la cumbre sino que en un alarde de valentía rayano en la inconsciencia bajó al cráter colgado de una soga y en no menos de 6 viajes, extrajo 8 arrobas (unos 91 kilos) cargándolas en un capazo a la espalda. Luego, Larios le relevó en otros 6 descensos y juntaron mineral suficiente para reponer las reservas de pólvora y acometer al asalto final a Tlatelolco, último reducto de resistencia en Tenochtitlán.
EL ASCENSO
Tampoco existe acuerdo entre los cronistas sobre el particular, si bien Cortés y Gómara coinciden en parte al afirmar que fueron diez españoles los que formaron la expedición junto con algunos indígenas como guías y porteadores. Así, Gómara lo narra de la siguiente forma:
"Era la subida áspera y embarazosa. Llegaron hasta oír el ruido; mas no osaron subir a lo alto a verlo, porque temblaba la tierra, y había tanta ceniza, que impedía el camino; y así, se querían tornar. Pero los dos que debían ser más animosos o curiosos, determinaron de ver el cabo misterio de tan admirable y espantoso fuego, y poder dar alguna razón a quien los enviaba, no los tuviese por medrosos y ruines; y así, aunque los demás no quisieran, y los guías los atemorizaban, diciendo que nunca jamás lo habían hollado pies ni visto ojos humanos, subieron allá por medio de la ceniza y llegaron a lo postrero por debajo de un espeso humo. Miraron un rato y figuróseles que tenía media legua de boca aquella concavidad, en que retumbaba el ruido, que estremecía la sierra, y poco hondo, mas como un horno de vidrio cuando más hierve. Era tanto el calor y humo, que se tornaron presto por las mismas pisadas que fueron, por no perder el rastro y perderse."
Y Cortés – nunca muy predispuesto a alabar hazañas que no fueran propias – dice sin mencionar a Ordás:
"...envié diez de mis compañeros, tales cuales para semejante negocio eran necesarios y con algunos naturales de la tierra que los guiasen y les encomendé mucho procurasen de subir y saber el secreto de aquel humo."
El más descriptivo es Bernal :
"...y un capitán de los nuestros, que se decía Diego de Ordás,(…) llevó consigo dos de nuestros soldados y ciertos indios principales de Guaxocingo, y los principales que consigo llevaba poníanle temor con decirle que cuando estuviese a medio camino de Popocatepeque, que así se llamaba aquel volcán, no podría sufrir el temblor de la tierra ni llamas y piedras y ceniza que de él sale o que ellos no se atreverían a subir más de hasta donde tienen unos cues de ídolos, que llaman teules de Popocatepeque; y todavía el Diego de Ordás con sus dos compañeros fue su camino hasta llegar arriba y los indios que iban en su compañía se quedaron en lo bajo:; después el Ordás y los dos soldados vieron al subir que comenzó el volcán de echar grandes llamaradas de fuego y piedras medio quemadas y livianas y mucha ceniza, y que temblaba toda aquella sierra y montaña adonde está el volcán, y estuvieron quedos sin dar más paso adelante hasta de allí a una hora, que sintieron que había pasado aquella llamarada y que no echaba tanta ceniza ni humo, y subieron hasta la boca, que era muy redonda y ancha, y que había en el anchor un cuarto de legua (…)y los de Tlascala se lo tuvieron por mucho atrevimiento y cuando la contaban al capitán Cortés y a todos nosotros, como en aquella sazón no habíamos visto ni oído, como ahora, que sabemos lo que es, y han subido encima de la boca muchos españoles y aun frailes franciscanos, nos admirábamos entonces dello, y cuando fue Diego de Ordás a Castilla, lo demandó por armas a su majestad, e así las tiene ahora un su sobrino Ordás que vive en la Puebla; y después acá desde que estamos en esta tierra no le hemos visto echar tanto fuego ni con tanto ruido como al principio."
En octubre de 1525, ya terminada la conquista, el emperador Carlos V le concedió a Diego de Ordás un escudo de armas con el perfil de un volcán como dibujo por haber sido el primer hombre en subirlo. El primer europeo, se entiende, pues aunque los indios lo evitaban por considerarlo una puerta al inframundo y limitaban su presencia a determinados altares en fechas festiva.
Años después, Ordás se marcharía a lo que hoy es Venezuela en busca de El Dorado, remontando el río Orinoco. Falleció en un naufragio en 1532.
Autor Ignacio del Pozo
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