La conquista del Norte: en busca de una quimera
TRAS LA CAÍDA DE TENOCHTITLAN Y LA FUNDACIÓN DEL VIRREINATO DE NUEVA ESPAÑA, CORTÉS ENVIÓ EXPEDICIONES EN TODAS DIRECCIONES FUNDANDO VILLAS Y CIUDADES. EL OBJETIVO NO SOLO ERA EXPANDIRSE, TAMBIÉN TENÍA QUE CONTROLAR EL DESCONTENTO DE SUS HOMBRES INSATISFECHOS CON EL REPARTO DE LO CONSEGUIDO.
Hacia el este, el propio Cortes sale en dirección al Pánuco, pues su adelantado Francisco de Garay, había sido derrotado por los Chichimecas, tras vencerlos la bautiza como villa de Santiesteban del Puerto. Hacia el sur Gonzalo de Sandoval, conquistó Coatzacoalcos, fundando la villa del Espíritu Santo y a Pedro de Alvarado lo envía a la conquista de Guatemala. Hacia el occidente Nuño Beltrán de Guzmán, funda la villa de Guadalajara, bautizándola con el mismo nombre de su ciudad de nacimiento. En 1539 Francisco de Ulloa, es comisionado por Cortes para una cuarta exploración al mar del Sur, recorriendo ambos litorales del golfo de California, descubriendo la desembocadura del río Colorado, que bautizó como boca del río Ancón de San Andrés y al golfo como mar de Cortes, en honor de su patrocinador.
Por último, solo quedaba un lugar hacia dónde ir, el norte.
Hemos esbozado una de las razones para toda esta actividad conquistadora, pero hay más, encontrar otra gran civilización como la Mexica les daría a unos hombres que generalmente provenían de la parte más baja de la sociedad honor, fama y honra. Por otra parte la búsqueda de minerales preciosos les haría ganar fortunas, fortunas que imaginaban en leyendas fantásticas que a lo largo de toda la Edad Media habían corrido de boca en boca. Pero había una razón mayor, a nivel estatal una orden no escrita estaba dada: buscar un paso al norte que conectara el Atlántico con el recién descubierto Pacifico, el mítico estrecho de Anián, pues el objetivo seguía siendo el mismo, conectar Asia con Europa por el occidente, simplemente se habían topado con un obstáculo en el medio que había que salvar, lo que nadie sabía en ese momento era la inmensidad del continente que intentaban dominar, enviando sin descanso una tras otra expediciones para explorar los cuatro puntos cardinales de dicha tierra.
Una de esas leyendas, la de las Siete Ciudades de Oro o las Siete Ciudades de Cíbola, había acompañado durante la edad media la reconquista cristiana de la península Ibérica. La leyenda hablaba de siete obispos de la ciudad de Mérida, antigua Augusta Emerita, capital de la Lusitania, que tras la conquista musulmana de la ciudad por Muza ibn Nusair en el año 713, habían partido de ella cargados con reliquias y tesoros en dirección a Lisboa u Oporto (depende de las fuentes), embarcando hacia occidente para cruzar el mar fundando en una isla siete ciudades llenas de tesoros. La leyenda viajó con los conquistadores a las indias readaptándose a las nuevas tierras y mezclándose con las leyendas nativas.
Cabeza de Vaca y sus compañeros al llegar a México fueron recibidos por el virrey Mendoza quien quedó impresionado por el relato de los sobrevivientes. En su periplo Cabeza de Vaca había entrado en contacto con los indios Pueblo, aunque no menciona ninguna ciudad relevante en “la Relación conjunta” presentada por Alonso del Castillo, Andrés Dorantes y él mismo ante la Real Audiencia de Santo Domingo (documento hoy desaparecido), ni en su libro “Naufragios”.
Pronto su narración mezcló la leyenda de las Siete Ciudades con la leyenda indígena de Chicomóztoc, la cueva de los siete nichos, dicha leyenda cuenta: “que cumplidos los 130 años después de la creación del quinto sol, siete tribus salieron de Chicomóztoc a poblar las tierras brindadas por los Dioses, con el fin enaltecer todos y cada uno de ellos a través de la armonización de sus cuerpos y almas con la totalidad absoluta de la existencia universal. Esta es pintada y descrita, como una montaña desértica, cubierta por peñascos, biznagas y otros cactus en cuyo interior se abren siete cavernas de forma lobular con un revestimiento orgánico que las hace parecer siete úteros, de los cuales nacen siete grupos diferentes de pueblos chichimecas, los cuales fueron: Matlalzincas, Xochimilcas, Chalcas, Tepanecas, Acolhuas, Malinalcas y Huexotzincas”.
Las dos leyendas fusionadas impactaron en las mentes de aquellos aventureros, que imaginando una nueva realidad, les impulsó a explorar un nuevo y vasto territorio.
Lo cierto es que hacia el norte, en 1513 a la vez que Núñez de Balboa ponía un pie en el Pacifico, Ponce de León, tomaba posesión de la Tierra de la Pascua Florida. Posteriormente Alonso Álvarez de Pineda, exploró y cartografió 800 millas de las costas del golfo de México en 1519. Siete años más tarde Lucas Vázquez de Ayllón buscando el famoso paso del noroeste explora Florida, Carolina del Norte y Virginia, fundando San Miguel de Guadalupe, primer asentamiento europeo en Norteamérica, aunque su localización exacta está en discusión debido al fallecimiento de Ayllón y la dificultad para sobrevivir (falta de alimentos, indios hostiles), que hizo a los 150 supervivientes regresar a la Española. En 1524, Esteban Gómez, buscando el ansiado paso recorrió la costa norteamericana desde el estrecho de Cabot, hasta las costas de Florida, internándose en un río que bautizó como San Antonio, hoy conocido como el río Hudson, en Nueva York. Pánfilo de Narváez tras su derrota con Cortes, organizo en 1527 una nueva expedición a la Florida que acabó con su vida y la de sus hombres de los que solo sobrevivieron Cabeza de Vaca, Castillo Maldonado, Dorantes de Carranza y su esclavo moro Estebanico, protagonizando la mayor odisea de la historia al recorrer a pie durante ocho años el suroeste de los actuales Estados Unidos hasta llegar a ciudad de México en 1536.
Este mismo año Hernando de Soto, al mando de seiscientos veinte hombres partió de La Habana desembarcando en Bahía Honda o del Espíritu Santo, hoy Tampa, en Florida, desde ahí cruzaron Georgia, Carolina del Sur y del Norte y Tenesse, llegando al río Misisipí, siendo el primer europeo en avistarlo, continuaron por la actual Arkansas, Oklahoma, y Texas, muriendo de malaria en mayo de 1542 en la provincia de Guachota, Arkansas. Los sobrevivientes unos trescientos hombres construyeron unos navíos y costeando llegaron a Veracruz. Por último en 1565 Pedro Menéndez de Avilés, funda San Agustín, en Florida, celebrando una misa y una comida de hermandad con los indios Saturiwa, habitantes de la región, sesenta y cinco años antes de que el primero de los peregrinos del Mayflower, pensara siquiera en poner un pie en el barco.
La necesidad de un mayor control sobre el nuevo territorio hace rescatar a Carlos V, la figura del virrey, figura que no existía en Castilla pero si en Aragón y Portugal. Desechada tras la mala experiencia con Colón, es recuperada al observar los buenos resultados de los virreinatos aragoneses ante la imposibilidad del rey de llegar a todas partes. El primer virrey de Nueva España fue Antonio de Mendoza y Pacheco, miembro de una de las casas más destacadas de la nobleza castellana, nombrado por influencia de la emperatriz Isabel.
Mucho era lo que había que hacer en el virreinato y se puso manos a la obra poniendo orden a las desavenencias entre la Audiencia y el Cabildo, hizo frente a las insurrecciones de los indios, regularizó la edificación de monasterios e iglesias, repartió terrenos entre los conquistadores mientras buscaba familias para repoblar a la vez que las protegía, mientras traía de la Península herramientas, grano y ganado para fomentar riqueza agrícola y ganadera. Pero también hizo oídos a las leyendas que corrían tras la llegada de Cabeza de Vaca, de manera que organizó una expedición para encontrar las famosas Siete Ciudades, pero curiosamente al frente no puso un militar si no a un clérigo, fray Marcos de Niza, que había llegado desde Sudamérica, ejerciendo su labor pastoral como monje franciscano en Perú y Guatemala, donde se le considera el fundador de la provincia franciscana del Perú, dándole a la expedición un trasfondo moral, la evangelización, a la vez debía recoger toda la información posible: “primero si están de paz o de guerra los unos indios con los otros…Llevaréis mucho aviso de mirar la gente que hay, si es mucha o poca, y si están derramados o viven juntos…La calidad y fertilidad della, la templanza de la tierra, los árboles y plantas y animales domésticos y salvajes que hubiere, la manera de la tierra, si es áspera o llana, los ríos, si son grandes o pequeños, y las piedras y metales que hay en ella…Saber siempre si hay noticia de la costa de la mar, así de la parte del Norte como de la del Sur, porque podría ser estrecharse la tierra y entrar algún brazo de mar la tierra adentro…Y si Dios Nuestro Señor fuese servido que halléis alguna población grande, donde os paresciese que habrá buen aparejo para hacer monesterio y enviar religiosos que entendiesen en la conversión… vos en mi nombre tomaréis posesión della por Su Majestad…” (Descubrimiento de las siete ciudades, por el padre fray Marcos de Niza. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes – Instrucción de don Antonio de Mendoza, visorrey de Nueva España).
Fray Marcos partió de San Miguel de Culiacán el 7 de marzo de 1539, acompañado de fray Onorato y teniendo como guía a Estaban de Dorantes, sí “Estevanico el negro”, el esclavo moro de Azamor, que había acompañado y sobrevivido junto su amo Dorantes, Castillo y Cabeza de Vaca, la gran odisea de cruzar Norteamérica de este a oeste. No lleva escolta armada, solo algunos indios cristianizados liberados por el virrey para poder participar en la misión. Llegados a Petatlán, fray Onorato enferma y deja la expedición, los demás continúan hasta llegar al pueblo de Vacapa, coincidiendo con la Semana Santa, allí tras un descanso fray Marcos divide la expedición, por un lado hacia el oeste con el fin de mantener contacto con la mar del Sur, envía a un grupo de indios: “Y así envié mensajeros indios a la mar por tres vías, a los cuales encargué que me trajesen gente de la costa y de algunas de aquellas islas para informarme de ellos”.
Hacia el norte envía a Esteban acompañado de varios indios e irá enviando mensajes de lo que vaya viendo a fray Marcos: “por otra parte envié a Esteban de Dorantes, negro, al cual dije que fuese por la derrota del Norte, cincuenta o sesenta leguas, para ver si por aquella vía se podría tener razón de alguna cosa grande de las que buscábamos; y concerté con él que si tuviese alguna noticia de tierra poblada y rica que fuese cosa grande, que no pasase adelante, sino que volviese en persona o me enviase indios con esta señal que concertamos: que si la cosa fuese razonable, me enviase una cruz blanca de un palmo; y si fuese cosa grande, la enviase de dos palmos; y si fuese cosa mayor y mejor que la Nueva España, me enviase una gran cruz.”. (Descubrimiento de las siete ciudades, por el padre fray Marcos de Niza. Biblioteca virtual Miguel de Cervantes – Relación).
Los indios regresaron al cabo de unos días según lo acordado, informando sobre unas islas que han encontrado y que la tierra es pobre y sin alimentos, no así Esteban al que ya no vera.
Fray Marcos continúa tras los pasos de Estevanico, mientras este le va enviando grandes cruces, en total tres con varios indios que le informan de que hay ciudades de gran riqueza, pero no llega a ver ninguna, y algo curioso en su relato no hay mención de los metales objetivo que era prioritario. Le informan que se le han unido un grupo de trescientos indios y que al llegar a un poblado les han dado comida, al parecer el explorador estaba utilizando las artes aprendidas en su aventura anterior, pero no regresa nunca. Por el camino se encuentran con más indios que le informan de las riquezas de las siete ciudades y la grandeza de sus casas, así de cómo viven y visten, se adornan con turquesas y que además hay otros reinos Marata, Acus y Totonteac. A lo largo del viaje el fraile se va encontrando con distintos poblados siendo bien recibido en todos, ofreciéndole comida, turquesas y vestidos de cuero, describiendo la tierra como muy fértil, verde y rica, vamos un vergel.
Además se les une un indio de Cíbola, que le describe como es la ciudad: “díjome que se quería ir comigo para que yo le alcanzase perdón. Informeme particularmente dél, y díjome que Cíbola es una gran ciudad, en que hay mucha gente y calles y plazas, y que en algunas partes de la ciudad hay unas casas muy grandes, que tienen a diez sobrados, y que en estas se juntan los principales, ciertos días del año; dicen que las casas son de piedra y de cal, por la manera que lo dijeron los de atrás, y que las portadas y delanteras de las casas principales son de turquesas; díjome que de la manera desta ciudad, son las otras siete, y algunas mayores, y que la más principal dellas es Ahacus”. También le describe como es la tierra que hay más allá: “dice que a la parte del Sueste, hay un reino, que se llama Marata, en que solía haber muchas y muy grandes poblaciones, y que todas tienen estas casas de piedra y sobrados, y que estos han tenido y tienen guerra con el Señor destas siete ciudades, por la cual guerra se ha disminuido en gran cantidad este reino de Marata, aunque todavía está sobre sí y tiene guerra con estotros. Y así mismo dijo que, a la parte de Sueste, está el reino que llaman de Totonteac; dice que es una cosa, la mayor del mundo y de más gente y riquezas; y que aquí visten paños de lo que es hecho esto que yo traigo, y otros más delicados y que se sacan de los animales que atrás me señalaron, y que es gente de mucha pulicía, y diferente de la gente que yo he visto. También dijo que hay otra provincia y reino muy grande, que se dice Acus, porque hay Ahacus: y Abacus, con aspiración, es una de las siete cibdades, la más principal, y sin aspiración, Acus, es reino y provincia por sí; díjome que los vestidos que traen en Cíbola son de la manera que atrás me habían dicho; dice que todos los de aquella cibdad duermen en camas altas del suelo con ropas y toldos encima, que cubre las camas; díjome que iría conmigo hasta Cíbola y adellantro, si lo quisiere llevar”.
Por todos los lugares por donde va pasando se repite la misma escena, buen recibimiento y trato con ofrecimiento de comida y otras mercancías, noticias sobre Cíbola así como de que Esteban ha pasado y le apura a reunirse con él. Hasta que un día uno de los indios que acompañaban a Esteban regresa relatando la muerte del explorador: “Aquí llegó un indio, hijo de un principal de los que venían comigo, el cual había ido en compañía de Esteban, negro, y venía aquejado el rostro y cuerpo, cubierto de sudor, el cual mostraba harta tristeza en su persona, y me dijo que, una jornada antes de allegar a Cíbola, Esteban envió su calabazo, con mensajeros, como siempre acostumbraba enviarlo delante, para que supiesen cómo iba; el calabazo llevaba unas hileras de cascabeles y dos plumas, una blanca y otra colorada; y como llegaron a Cíbola, ante la persona que el Señor tiene allí puesta, y le dieron el calabazo; como lo tomó en las manos y viendo los cascabeles, con mucha ira y enojo, arrojó el calabazo en el suelo y dijo a los mensajeros que luego se fuesen, que él conocía qué gente era aquélla, que les dijesen que no entrasen en la ciudad, si no que a todos los matarían”.
Esteban no hizo caso, se dirigió a la ciudad pero no le dejaron entrar encerrándolo en una casa de fuera de la ciudad, sin darle ni comida ni agua y quitándole todo lo que llevaba, al día siguiente el indio salió de la vivienda para beber agua de un arroyo cercano y oyendo alboroto se volvió viendo a la gente de la ciudad perseguir a Esteban matando a algunos de los indios que iban con él: “vido ir huyendo a Esteban y que iban tras él gente de la ciudad, y que mataban algunos de los que iban con él; y que como esto vio, este indio se fue, escondido, el río arriba y después atravesó a salir al camino del despoblado”. Finalmente consiguió huir y regresó para informar, al poco tiempo otros dos indios malheridos llegan al campamento relatando como han matado a sus compañeros, salvándose ellos al hacerse pasar por muertos, pero ante las preguntas del fraile sobre Esteban, no confirman su muerte solo que era perseguido por los indios de Cíbola mientras le flechaban.
La noticia hace cundir la desolación entre los miembros de la expedición, los indios muy afectados responsabilizaban a fray Marcos de la muerte de sus parientes caídos en Cíbola, provocando un conato de rebelión. Fray Marcos avisado por un indio fiel decide ir a Cíbola, él solo pues nadie quiere acompañarle, solo dos principales y sus lenguas (interpretes) deciden seguirle, pero no llegó a ella, pues tras verla desde lejos, planta una cruz y toma posesión de la tierra y de los reinos y de los reinos de Totonteac y de Acus y de Marata, bautizando el lugar como nuevo reino de San Francisco, decidiendo regresar rápidamente a México-Tenochtitlán, para dar parte al virrey: “Tiene muy hermoso parescer de pueblo, el mejor que en estas partes yo he bisto; son las casas por la manera que los indios me dixeron, todas de piedra con sus sobrados y açuteas, á lo que me paresció desde un cerro donde me puse a vella. La población es mayor que la cibdad de México; algunas vezes fuy tentado de yrme a ella, porque sabía que no aventuraba sino la vida, y esta ofrescí a Dios el día que comencé la jornada; al cabo temí, considerando mi peligro y que si yo moría, no se podría hacer razón desta tierra, que a mi ver es la mayor y mejor de todas las descubiertas. Diziendo yo a los principales, que tenía conmigo, cuán bien me parescía Cíbola, me dixeron que era la menor de las siete ciudades (A.G.I. Patronato 20, n.5, ramo 10. fol. 8v)”.
Regresa a la villa de San Miguel, creyendo que allí estaba el gobernador del reino de Nueva Galicia, encontrándose con él finalmente en Compostela y desde aquí informa: “Y de allí luego escribí mi venida al Ilustrísimo señor visorrey de la Nueva España, y a nuestro padre Fray Antonio de Ciudad-Rodrigo, provincial, y que me enviasen a mandar lo que hacía”.
Fray Marcos escribió al virrey una Relación en la que añade de su cosecha una serie de datos que son pura ficción, su relato está lleno fantasía lo que provocaría un mayor deseo por parte de las autoridades virreinales de formar una nueva expedición que concluyera la labor emprendida y añadiera las nuevas tierras a Nueva España, he hizo que a esa nueva expedición se sumara gran cantidad de gente en busca de fortuna. Nada sabemos de por qué hizo esto, quizás el miedo al fracaso o al enojo del virrey, o quizá todo junto lo cierto es que no solo no dijo la verdad, sino que se inventó un mundo de ensueño.
Pero veamos el punto más oscuro de este relato, la muerte de Estevanico.
Fray Marcos da por hecho la muerte del guía, aceptando el relato del indígena que le informa, pero este indio no lo no ve, solo sospecha. Y es que en los relatos de los indígenas que manda Esteban todo es suposición, cuento y quimera. El fraile nunca ve nada, solo los indios le informan y para agravar la situación él tampoco llega a ningún sitio, pues solo dice haber visto en la lejanía la ciudad de Cíbola y regresa rápidamente pensando más en su seguridad que en la continuidad de la misión.
No solo no investiga su muerte si no que da por finalizada la exploración y regresa. En la Relación del fraile todo queda supeditado a la fantasía.
Un segundo relato es la Relación que Hernando de Alarcón escribe para Antonio de Mendoza en 1540, sobre su expedición a la mar del Sur, cuyo original se ha perdido pero ha llegado a nosotros una copia en italiano. Alarcón que remonta el río Colorado en busca de Estavanico, pregunta por él y aunque coincide en su muerte con fray Marcos, aporta más detalles, pues dice que llevaba cascabeles y plumas en los brazos, o sea que adorna su cuerpo para presentarse así ante los indios, respecto a su muerte le preguntaron si venia solo a lo que Estaban contesto que tenía más hermanos, por lo que decidieron acabar con él y desmembrar su cuerpo repartiendo sus miembros entre ellos, acabando días después con su perro para que de esta manera no pudiera avisar a los que venían detrás de él. Este hecho nos indica que los indios lo tomaron como una amenaza siendo Esteban la avanzadilla de más gente, que al venir armados constituían un peligro para los indígenas, muerto el guía acababan con dicha amenaza: “Pregunté por la causa por la que lo mataron: me respondió que el señor de Cíbola le había preguntado si tenía otros hermanos: [el negro] respondió que tenía infinitos hermanos, que ellos tenían muchas armas con ellos y que no estaban muy lejos de allí. Habiendo escuchado esto, muchos señores se reunieron en consejo y acordaron matarlo para que no pudiera avisarles a sus hermanos donde estaban ellos. Por esta razón, lo mataron y lo cortaron en pedazos, los cuales fueron divididos entre todos los señores para que así supieran que ciertamente estaba muerto. Él tenía un perro como el mío al cual también mataron unos días después.”
Por último hay un tercer relato “La jornada de Cíbola de Castañeda de Nájera”, escrita veinte años después por Castañeda, un soldado que participó en la expedición de Vázquez de Coronado y por lo tanto también fue con fray Marcos y se supone que debió hablar con él. Castañeda introduce una nueva variable al relato, Estevanico al separarse del grupo principal asume el liderazgo de la expedición, se le van uniendo indios que le ofrecen turquesas y mujeres que él acepta y así hasta llegar a un pueblo donde al ser preguntado por su propósito ya no dice que viene con “sus hermanos”, sino con “hombres blancos” que saben de cosas divinas, algo que ellos no entienden, ¿cómo un hombre negro va anunciando la llegada de otros blancos, que además de ser santos sirven a un poderoso señor? Pero todo empeora al pedirles turquesas y mujeres, por lo que deciden matarlo y pedir a los que le acompañan que regresen a sus tierras: “el relato que el negro les dio de dos hombres blancos que lo seguían, enviados por un gran señor, que sabían de las cosas del cielo, y cómo éstas venían a instruirlas en las cosas divinas, les hizo pensar que debe ser un espía o un guía de algunas naciones que deseaban venir a conquistarlos, porque les parecía irrazonable decir que la gente era blanca en el país desde que vino y que fue enviado por ellos, siendo negro. Además de estas otras razones, pensaron que era duro de su parte pedirles turquesas y mujeres, y así decidieron Matarlo”. Al resto de la gente que le acompañaba los dejaron libres los cuales al regresar dieron parte de la muerte de Estaban a fray Marcos, que por su seguridad decidió volver.
Como vemos, los tres relatos originales tienen un hilo conductor común hasta la muerte de Estevanico, los dos últimos aportan datos sobre la actitud del guía que los diferencian, los adornos que Esteban luce en su cuerpo, así como su actitud altiva y arrogante exigiendo no solo comida sino también piedras preciosas y mujeres pero dejando su muerte en una incógnita, esto nos permite salirnos de la historia y especular.
No deja de ser curioso que Esteban, que sigue siendo un esclavo, pues lo compra el virrey a Dorantes, nunca vuelve para informar directamente, va cuatro días por delante de Fray Marcos, rodeado de indios a los que conoce, se entiende con ellos pues ya ha estado allí, habla su lengua y son estos los que vuelven e informan de las asombrosas cosas y ciudades que ha encontrado, haciendo creer al fraile que incluso ha encontrado unos animales con un solo cuerno: “me dixeron ques de un animal, que tiene sólo un cuerno en la frente y queste cuerno es corbo hacia los pechos (A.G.I. Patronato 20, n.5, ramo 10. fol. 6v).”
En todos los relatos nunca hay certeza de lo que se encuentran, luego no puede ser que Esteban decidiera su futuro. Castillo, Dorantes y Cabeza de Vaca, fueron reconocidos, los dos primeros intentaron regresar a Castilla, pero tras un naufragio se quedaron en Nueva España, donde vivieron bien. Cabeza de Vaca si consiguió regresar, se le nombró “adelantado” y regreso a América para continuar la conquista del Río de la Plata, en la que continuaría su odisea americana. Sin embargo Esteban continúo siendo esclavo y podría haber visto en la expedición de fray Marcos una oportunidad de recobrar su vida, su libertad.
Fuera como fuese, la expedición de Fray Marcos de Niza, alentó al virrey para organizar la siguiente y esta vez al mando pondría al gobernador de Nueva Galicia, Francisco Vázquez de Coronado, que se adentraría en un territorio al norte de Nueva España, donde se prometían grandes hallazgos, riquezas y ennoblecimiento, pero esto es otra historia.
Autor José Javier Aguilera Fragoso
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