El Galeón de Manila


 Cuando España dominó la Ruta de la Seda.

Lentamente Acapulco se despereza de su sopor invernal, hace ya meses que la ciudad quedó semivacía, aunque a medida que avanza diciembre gentes venidas de toda Nueva España, comerciantes en su mayoría, van dándole vida y color. De pronto, un cañonazo desde el fuerte de San Diego anuncia el esperado acontecimiento, a lo lejos en la boca de la bahía se dibuja una silueta con las velas henchidas, las banderas y gallardetes hondeando al viento, mientras responde al saludo con salvas. La gente alborozada corre al puerto para recibir la esperada nave, ésta poco a poco se contornea dejando ver sus redondas y suaves líneas, mientras otras embarcaciones menores la ayudan a tocar tierra. En la cubierta, mientras los tripulantes se afanan en sus tareas, pasajeros de distintas culturas dan las gracias por el buen final del viaje, pues al fin el Galeón de Manila ha regresado.

Finalmente el objetivo se había cumplido, en un esfuerzo sin par tanto de hombres como de tecnología, España había logrado unir occidente con oriente. La fabulosa hazaña del tornaviaje conseguida por Andrés de Urdaneta, supuso un antes y un después en la historia mundial tras el descubrimiento de América por Cristóbal Colón, conectando comercial, política y culturalmente Europa y África, con la recién descubierta América y la ansiada Asia, en una ruta comercial sin par, que significó la primera globalización mundial bajo el reinado de Felipe II, monarca que bien se podría llamar a partir de este momento “el rey del mundo”.

El galeón de Manila, también llamado nao de China, o nao de Acapulco, en realidad no solo fue una nave, aunque excepcionalmente a veces hubo varias, sino que así se denominaba la ruta comercial que unía Manila con Acapulco, atravesando el océano más grande del mundo, el Pacifico. Tras su arribada a Acapulco, se organizaba una feria que duraba unos tres meses, una vez concluida las mercancías se llevaban por tierra atravesando Nueva España, de oeste a este hasta Veracruz en la costa atlántica, donde a su vez eran embarcadas en la flota de Nueva España hasta La Habana, uniéndose a veces con la flota de Tierra Firme (manteniendo cada una de ellas su personalidad y mando), allí los esperaban los navíos de escolta junto a los que emprendían el viaje de regreso a España, desde donde las mercancías se distribuían por toda Europa.

Recordemos que el impulso que movió todo fue el comercio de las especias, algo que hoy pasa desapercibido en nuestra despensa, pero que en aquel momento valía más que el oro. Castilla y por ende España, en dura pugna con Portugal, envió expedición tras expedición hasta conseguir el objetivo. Hay que recordar que el viaje más importante para la humanidad, el de Colón, buscaba la ruta más directa para llegar a la india, el segundo el de Magallanes-El Cano, pretendía lo mismo y así uno tras otro hasta que finalmente Andrés de Urdaneta lo conseguiría descubriendo el tornaviaje, uniendo desde entonces cuatro continentes en una ruta de importancia capital.

Un viaje con dos partes muy diferenciadas

La ruta del Tornaviaje

La ida de Acapulco a Manila duraba alrededor de tres meses, partiendo entre marzo y junio. Desde Acapulco ponía rumbo al sur y navegaba entre los paralelos 10 y 11, subía luego hacia el oeste y seguía entre los paralelos 13 y 14 hasta las Marianas, haciendo aguada en la isla de Guam, isla que poco a poco fue ganando importancia en la ruta, de manera que no solo se hacía aguada sino que comenzó a criarse ganado de todo tipo para abastecer de carne al galeón, teniendo la curiosidad de que en 1747 se celebró una corrida de toros, la primera en el Pacifico, para celebrar la subida al trono de Fernando VI. Finalmente desde Guam partían hacia Cavite y Manila.

Para el tornaviaje había que partir en julio aunque podía retrasarse a agosto, más tarde era imposible por los vientos y corrientes contrarias. Se hacía rumbo al Japón, para coger la corriente del Kuroshio, pero en el año 1596 los japoneses capturaron un galeón y se aconsejó un cambio de rumbo, dirigiéndose al sureste hasta los 11 grados, subiendo luego a los 22 y de allí a los 17. Alcanzando América frente a California, a la altura del cabo Mendocino, desde donde bajaba costeando hasta Acapulco, adonde llegaba entre diciembre y enero, tras una terrible navegación de seis meses.

¿Por qué triunfó esta ruta? ¿Cuál fue el catalizador que la hizo posible?

Lo primero que hay que decir es que las Filipinas eran unas islas que no interesaban a nadie, no tenían nada de valor, no eran especialmente fértiles, no había oro y la poca canela que producían era de muy baja calidad, de manera que los portugueses desestimaron instalarse en ellas, el mismo Legazpi le escribió a Felipe II exponiéndole lo difícil de conservar unas islas nada productivas a 15.000 kilómetros de distancia. Entonces los castellanos se dieron cuenta de que los reyezuelos de Cebú, iban ataviados con prendas de rica seda que provenía de China, en un comercio constante entre los naturales de las islas y el coloso asiático. De pronto todo había cambiado, de un vistazo vieron la increíble oportunidad que se les abría, Filipinas seria la plataforma ideal para comerciar con China.

Es el virrey Martínez Almansa, una vez los primeros galeones habían regresado, quien propone al monarca un intercambio comercial con el gigante asiático, planteándole además que la empresa sea de la corona, al comprender que ningún comerciante se aventuraría en una empresa tan arriesgada.

Pero también se percató de que nada tenían que ofrecer a los chinos excepto un producto, la plata.
China había inventado el papel moneda entre el 618 y el 907 bajo la dinastía Tang, ante la escasez de metales, claro que la tentación de falsificar algo de valor es inherente al ser humano y se comenzó a falsificar el papel moneda, esto unido al escaso control por parte de los gobiernos chinos de los billetes emitidos hizo que para el siglo XI su valor estuviera devaluado, regresando casi a una economía de trueque que entorpecía el comercio a la vez que lastraba la hacienda imperial al tener que cobrar los impuestos en especie. Para solucionar el problema volvieron a una economía monetaria acuñando moneda, pero China era deficitaria en metales de manera que se descartó el oro y el cobre, destacando la plata proveniente de Japón debido a su valor intrínseco y su facilidad para determinar el contenido metálico.

Portugal ya había entrado en contacto con China, pero nada de lo que los occidentales tenían interesaban a los chinos, ni los portugueses primero, ni más tarde holandeses, franceses e ingleses ofrecían productos que el imperio Chino no tuviera, más bien era al contrario, ellos fabricaban cosas que en Europa no existían. Pues bien, lo único que los chinos no tenían era plata y aquí España dio en el clavo, pues Felipe II aconsejado por Almansa, toma una decisión audaz que desmonta su imagen de timorato y prudente, autorizando que un tercio de la plata obtenida en las minas de Zacatecas y de Potosí fuera hacia China, dando salida al excedente de plata que se producía en la Corona Hispánica, siendo el único producto con el que el imperio chino bajo la dinastía Ming primero y la Qing o Manchú después, estaban dispuestos a comerciar, de esta forma se convirtió en el principal cliente del mercado de la plata a nivel mundial en la segunda mitad del siglo XVI, llegando al extremo de que las naves francesas, holandesas e inglesas, antes de dirigirse a oriente se proveían de plata en Cádiz.

La plata primero se llevó en lingotes, pero pronto se sustituyeron por monedas en particular el Real de a Ocho. El Real, fue una moneda creada en época de Pedro I “el Cruel” y reordenada por los “Reyes Católicos” en 1497 según el patrón monetario imperante en Europa en ese momento, siendo a su vez mantenida tanto por los Austrias como por los Borbones, convirtiéndose en la primera divisa internacional por excelencia. La moneda circulaba por el territorio chino, donde recibía las marcas, como si de firmas de verificación se tratase de aquellos mercaderes y financieros que la aceptaban como medio de pago. Además era utilizada como moneda de comercio en las colonias inglesas de Norteamérica, a las que no se les permitía acuñar moneda, siendo finalmente adoptado como moneda oficial de los recién nacidos Estados Unidos de América con el nombre de dólar, el "Spanish Dollar ($)”. En 1792 se proclamó oficialmente el dólar como unidad monetaria del nuevo país, tomando como patrón el peso o real de a ocho. Respecto a su representación simbólica la teoría más extendida es que representa las columnas de Hércules que aparecen en las monedas (que serían las barras verticales) y la cinta que las rodea con la de la abreviatura de la palabra leyenda Plus Ultra (Más Allá) (que sería la S), lo más probable es que provenga de la abreviatura de la palabra “pesos”, moneda que en las cuentas se representaba como “ps” y que aparece en manuscritos desde 1775, muy utilizada en el área caribeña y por supuesto por los comerciantes norteamericanos de origen inglés en sus tratos con la Nueva España, encontrándose ya en impresos a partir de 1800.

Tras la conquista y refundación de Manila en 1571, la ciudad se convirtió desde el primer momento en la punta de lanza de la conquista española de Filipinas. Convertida en centro de gobierno, educación y comercio fue la ciudad más exótica de la Corona Hispana, llamada “la perla de oriente”. Ciudad multicultural en donde convivían además de los naturales filipinos, los españoles (tanto peninsulares como americanos), nativos americanos (sobre todo tlaxcaltecas), negros, chinos (llamados sangleyes) y japoneses. La ciudad se fue fortificando hasta erigirse en el núcleo militar y de gobierno, centro administrativo, mercantil y burocrático, sede de congregaciones y colegios (universidades) de la comunidad española de Filipinas, que llamaron Intramuros.

El número creciente de comerciantes y artesanos chinos que se instalaban en Manila, bajo el amparo de los dominicos, hizo que el gobernador Gonzalo Ronquillo Peñalosa, ordenara construir extramuros una Alcaicería o Parián (lugar donde se autorizaba a comerciar), para que no estuvieran dispersos por la ciudad, concentrando viviendas, talleres y comercios sometidos al control de un alcalde mayor español. Los tratantes chinos que se dedicaban al comercio eran conocidos como sangleyes, cuyo nombre derivaba de “Seng-li”, palabra del dialecto chino “amoy”, que significa mercader.

Los japoneses ya habían tenido contacto comercial con Filipinas intercambiando plata por oro en Cagayán, Lingayen y Manila, además de dedicarse a actividades piraticas producidas por los “wokou” (piratas-comerciantes japoneses). Tras su derrota en Cagayán, su presencia se intensificó tras la llegada de una nave española al puerto de Hirado, en Japón, siendo recibidos por el señor feudal Matsuura, quien admitió una posibilidad de comercio llegando al año siguiente a Manila un navío japonés, comenzando de esta forma el asentamiento japonés en Manila. Sabedor de su belicosidad el gobernador Gómez Pérez das Mariñas, ante la posibilidad de un ataque nipón decidió congregar a todos los japoneses en un nuevo barrio extramuros y así nació el Dilao, el barrio japonés. Curiosamente la desconfianza española sobre los japoneses resultó infundada ya que estos se mostraron como fieles aliados en varias expediciones a Camboya, en la seguridad del propio galeón, pero sobre todo ante el levantamiento de los sangleyes en 1603, donde junto a españoles y nativos pampangos y tagalos reprimieron la rebelión.

Por ultimo estaban los Barangays (barrios), donde vivían los naturales de las islas, Tagalos, Bisayas, Zambales, Cagayanes y Negrillos.

Los productos que transformaron el mundo

Especias

 Las especias: eran el producto estrella, recordemos que ellas fueron el impulso que movió toda esta gran aventura y cuyo valor sobrepasaba todo lo imaginable. Recordemos que el cargamento de la nao Victoria, de Elcano, pago la expedición completa y dio beneficios.

Mantón de Manila

La seda: si hay un producto distintivo del imperio chino ese era la seda. Apareció en la antigua China hacia el 3600 a. n. e. (antes de nuestra era). Fue evolucionando a través de los siglos volviéndose más fina, resistente y valiosa, hasta el punto de que la cría de gusanos era un secreto de estado y su comercio estaba prohibido bajo pena de muerte. A pesar de esto, en el siglo VI lograron llegar capullos de seda hasta Bizancio, donde se estableció la primera industria de seda en Europa. Más tarde con la conquista musulmana de Persia, el conocimiento sobre la seda se extendió por el mundo musulmán, siendo Al Ándalus el primer territorio europeo donde se crían gusanos de seda de forma intensiva. Pero la seda europea no se fabricaba en la misma cantidad, ni tenía la misma calidad que la asiática, resultando esta un producto más exquisito y barato. 

Nada hay más español, típico y castizo que una mujer tocada con un mantón de Manila, llamado así no porque se hiciese en Manila, sino porque procedía de allí, pero era fabricado en China.

A su vez también hechas con seda de excelente calidad venían las medias, en esta época usadas por los hombres siendo muy valiosas y apreciadas.

Porcelana china

La porcelana: era el tercer producto estrella, una materia blanca, translucida, no porosa, de elevada dureza y resistencia tanto a los ácidos como al calor, lo que la dotaba de gran valor. Al igual que la seda su secreto profundamente guardado provenía de una montaña llamada “Kao-ling shan”, donde durante milenios se había extraído una tierra blanca, el caolín. Por supuesto en Europa se producía loza de barro esmaltado, pero no llegaba a la calidad de la porcelana fina. Fueron los portugueses los primeros importadores e introductores de la porcelana en Europa a través del comercio con la India, hasta que en el siglo XVIII un alemán llamado Böttger, logró la fórmula para fabricar porcelana. 

A parte de estas mercancías principales, de Asia venían muchas más: figuras religiosas de marfil, cuya estética era oriental pues los artesanos chinos no eran cristianos y nunca habían visto a un occidental y al encargarles estas obras lo hacían con los patrones que tenían. Pero los chinos hicieron un completo estudio de mercado con los gustos de los españoles de manera que se hacían vajillas con escudos nobiliarios, muebles como bargueños cofres y biombos y algo muy tradicional español, el abanico, cuya versión plegable de origen japonés rápidamente se popularizo en España.

También hacían encargos en plata y piedras preciosas como la mitra y el báculo de San Fermín, patrón de Pamplona, donativo realizado al Santo en 1766 por don Felipe Iriarte, indiano residente en México aunque natural de Alcoz, en la Ulzama, y que fue fabricada en los talleres de arte de Cantón (China), consistente en una: "rica mitra de plata sobre dorada con su Vaculo Pastoral, adornada de flores de filigrana exquisita y Variedad de piedras, tembleques de mariposas y alacrancillos dorados de rara Velleza y peregrina ermosura".

Rutas de la primera globalización comercial de la historia. (eldispensador.com)

Pero a su vez hacia china hubo una transferencia de productos que no existían en Asia, como la patata, el tomate, los pimientos etc.

También llegó ganado como caballos, vacas lecheras, ovejas, cerdos, cabras etc., que revolucionaron la agricultura y la ganadería oriental. Asimismo llegaron formas de cocinar como el escabeche, la empanada, las tortillas mexicanas, o el postre al final de las comidas, pero en sentido opuesto llegaron frutas como el mango o los sabrosos churros. Un desayuno tan típico en España como un chocolate con churros, es un auténtico ejercicio de globalización: el chocolate procedente de América, rápidamente se popularizó por toda Europa, los churros surgen en China, cuya receta se creó a partir de una masa de pan salada frita llamada youtiao, que tomaban con leche de soja o salsa picante y arroz; el azúcar extraído de la caña procedía de la India y la leche de las vacas lecheras de Europa.

Churros

 La importancia de esta ruta fue tal que en época de Felipe IV, el contrabando en la propia nave había aumentado tanto, que para controlarlo el monarca redujo la cantidad de plata que salía de Acapulco, esto tuvo como repercusión que los comerciantes chinos tuvieran un descenso de la actividad económica, lo provocó por parte del gobierno imperial una subida de los impuestos para poder compensarla. A esta circunstancia se unió una serie de malas cosechas como consecuencia de la pequeña edad de hielo, que se remató con un fuerte terremoto afectando al centro de China. Todo esto debilitó la dinastía Ming, desencadenándose una revuelta popular y las invasiones manchúes en el norte, provocando la caída de la dinastía y su sustitución por la Manchú.

La ruta del galeón tuvo como finalidad estratégica la de permitir la proyección de España en Asia, perdiéndose con la independencia de los virreinatos. Al recién nacido México esta herencia no le interesa, pues tras la independencia la ruta se pierde después de doscientos cincuenta años de vigencia, craso error, será otra nueva nación con mayor amplitud de miras la que sustituya a España en Asia, los Estados Unidos de América. Ellos son los que recogen el guante trasladando de Acapulco a San Francisco el puerto base con destino a Asia, afianzándose a partir de 1898 con la adquisición de Guam y Filipinas.

La ruta del galeón de Manila representó no solo un intercambio comercial con el consiguiente florecimiento económico, sino que además fue un intercambio cultural sin precedentes entre dos países tan diferentes como China y España.

Pero hay más, sus efectos duran hasta la actualidad, pues la relación entre ambos perdura hoy día en una de las nuevas rutas de la seda que unen oriente con occidente. Una línea de ferrocarril que partiendo desde Yiwu, en el este de China, termina en Madrid, tras recorrer ocho países (China, Kazajistán, Rusia, Bielorrusia, Polonia, Alemania, Francia, y España). La línea Yiwu-Madrid, la más larga del transporte ferroviario, es un esfuerzo titánico de logística al tener que pasar por las distintas aduanas, con distintos cambios de locomotoras, así como de los chasis que trasportan los contenedores debido al distinto ancho de vías de los países que recorre. Y es que en Madrid se encuentra el más grande productor mayorista de productos chinos de Europa.

De esta forma el esfuerzo de aquellos hombres, que consiguieron tal hazaña, tiene su continuidad hoy día, manteniendo su legado.

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